Me percato que la vida me sonríe de manera socarrona, que nunca estuve invitada a la fiesta.
Realmente, siempre estamos jugando a los intrusos, a los invasores.
Estoy pues, en el límite de la cordura y la locura. ¿Hay un límite de la cordura?, ¿qué no acaso este es un mundo de locos?
Si ésta noche me decido, mañana mismo acabo con mi vida.
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